Tesoros del corazón: 21st Domingo después de Pentecostés (Propio 23, Año B)   

Tesoros del corazón: 21st Domingo después de Pentecostés (Propio 23, Año B)   

21st Domingo después de Pentecostés (Propio 23, Año B)       
13 de octubre de 2024

Job 23:19, 16-17, Salmo 22:1-15, Hebreos 4,12-16, Marcos 10:17-31

“Tesoros del corazón”

Rvda. Kathleen Murray, Rectora                                                                    

Parroquia histórica de Beckford, Mt. Jackson y Woodstock                         

21st Domingo después de Pentecostés (Propio 23, Año B)                           

13 de octubre de 2024                                                                                

abla de un hombre que se acerca a Jesús, anhelando algo más que las comodidades materiales que posee. Busca la vida eterna, pero no está dispuesto a renunciar a su riqueza y a la seguridad que le proporciona. Jesús le reta a soltar sus ataduras mundanas y le invita a abrazar una vida de generosidad y libertad espiritual. Es una historia que nos llama a cada uno de nosotros a examinar nuestras propias vidas y preguntarnos: ¿Qué es lo que realmente nos sostiene? ¿Por qué seremos recordados?

Hoy, cuando nos reunimos para recordar a Kent Miller, estas preguntas se sienten especialmente resonantes. Kent era alguien que no buscaba las riquezas de este mundo. En cambio, encontró la riqueza en las relaciones que cultivó, en la bondad que compartió y en el espíritu bondadoso que formaba parte de él. La vida de Kent nos recuerda que los tesoros más genuinos no se encuentran en lo que poseemos, sino en quiénes somos y cómo amamos.

Kent habló de su tío Wock, que creía que le visitaba después de la muerte. Wock había conocido una gran riqueza y, en cambio, eligió vivir con sencillez, centrándose en ayudar a los demás en lugar de acumular riquezas materiales. Kent contó que sintió profundamente la presencia de Wock, y que en dos ocasiones, al despertarse de su sueño, se sintió invadido por una inexplicable sensación de confort y conexión. En cierto modo, estas visitas de Wock nos recuerdan la conexión duradera entre los vivos y los muertos, la forma en que el amor traspasa fronteras que ni siquiera la muerte puede cortar.

Como Miguel en Coco, que viaja a la Tierra de los Muertos para reencontrarse con sus antepasados, Kent sintió la presencia de su tío, manteniendo vivo el recuerdo de Wock a su manera. Pero hoy no estamos aquí solo para recordar a Wock. Estamos aquí para recordar a Kent-Kent, cuya amable presencia y tranquilo asombro dejaron huella en todos nosotros; Kent, que encontró la alegría en las cosas sencillas y vivió una vida llena de compasión y curiosidad.

El sentido de la maravilla de Kent resuena profundamente con el mensaje del Evangelio. Jesús le dice al hombre del Evangelio que debe desprenderse de sus posesiones para encontrar la vida eterna, pero no se trata sólo de renunciar a las cosas materiales. Se trata de abrazar un tipo diferente de riqueza, que no se mide en dólares o posesiones, sino en amor, conexión y un sentido de propósito. Kent encarnaba este tipo de riqueza. Se tomaba tiempo para ver de verdad a la gente, escuchar y apreciar la belleza del mundo que le rodeaba. Vivió con el corazón abierto y dejó una huella en nuestras vidas que no olvidaremos.

En nuestras conversaciones, Kent expresaba a menudo su gratitud por la gente que le rodeaba, la comunidad que encontró aquí y los sencillos momentos de gracia que experimentó. No necesitaba ser el centro de atención ni tener los últimos artilugios o la casa más grande. Por el contrario, encontró su riqueza en las relaciones que estableció, la amabilidad que compartió y la sensación de paz que cultivó en su corazón.

Este tipo de vida arraigada en la sencillez, la gratitud y el amor es un poderoso testimonio del mensaje del Evangelio. Cuando Jesús pide al hombre que venda todo lo que posee, no le pide que sea pobre por ser pobre. Le está invitando a una vida de mayor libertad y plenitud, una vida en la que pueda invertir no en cosas que se desvanecen, sino en tesoros que perduran. La vida de Kent nos recuerda esta invitación. Era rico en amistades y en el sentido de la maravilla que aportaba a cada momento.

Kent tenía una forma de ver el mundo que era a la vez amable y profunda. Encontraba la belleza en lo cotidiano y tenía un don para darse cuenta de las cosas que otros podrían pasar por alto. Compartió este don con quienes tuvimos la suerte de conocerle, y es un legado que deja tras de sí. Al recordar hoy a Kent, transmitamos su sentido de la maravilla y su aprecio por las cosas sencillas. Honremos su memoria viviendo con el corazón y las manos abiertos, encontrando la alegría en los pequeños momentos y mostrando amabilidad a quienes nos rodean.

Al recordar a Kent, también se nos recuerda la importancia de la propia memoria. Coco nos enseña que mientras recordemos a las personas que queremos, permanecerán con nosotros. En la película, Miguel aprende que los muertos viven a través de los recuerdos y el amor de su familia. Kent lo entendía bien. Su conexión con Wock no se limitaba a unas cuantas visitas desde el más allá; se trataba de llevar adelante el legado de alguien que le importaba y le mostró el valor de vivir una vida de servicio y humildad. Kent pasa ahora a formar parte de ese legado, alguien a quien recordaremos y llevaremos en el corazón.

Echaremos de menos la amable presencia de Kent, su tranquila sabiduría y su sentido de la maravilla. Pero sabemos que no se ha ido de verdad. Sigue vivo en las historias que compartimos, en los recuerdos que guardamos y en el amor que nos dio con tanta generosidad. Del mismo modo que el espíritu de Wock aportaba a Kent una sensación de paz, confiamos en que el espíritu de Kent siga aportándonos consuelo e inspiración en los días venideros.

El mensaje de Jesús al hombre rico es, en última instancia, un mensaje de esperanza. Nos recuerda que nuestras vidas no se definen por lo que poseemos, sino por cómo vivimos y amamos. Kent lo comprendió y vivió de una manera que lo reflejaba. Al recordarle hoy, recordemos también que cada uno de nosotros tiene el poder de vivir una vida con sentido, de abrazar el amor y la generosidad a los que Jesús nos llama, y de encontrar nuestra verdadera riqueza en las cosas que perduran: en la bondad, en la gratitud y en las relaciones que nos sostienen.

Honremos la memoria de Kent viviendo de un modo que refleje los valores que él apreciaba. Recordemos que, como Kent, estamos llamados a vivir con el corazón abierto, a apreciar a las personas que nos rodean y a buscar la belleza y las maravillas que llenan nuestro mundo. Puede que Kent ya no esté con nosotros en cuerpo, pero su espíritu siempre formará parte de nuestras vidas, una presencia amable que nos recuerda lo que de verdad importa. Y cuando lo llevamos en el corazón, nos damos cuenta de que no estamos solos. Porque al recordar a Kent, nos acercamos al Dios que nos guarda a todos, en la vida y en la muerte, y nos invita al amor eterno. Amén.