Semillas de Comunión: La parábola del sembrador: Tercer domingo después de Pentecostés

Semillas de Comunión: La parábola del sembrador: Tercer domingo después de Pentecostés

Año A, tercer domingo después de Pentecostés
16 de Julio de 2023       

Año A: Génesis 25:19-34; Salmo 119:105-112; Romanos 8:1-11; Mateo 13:1-9, 18-23 

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Durante estas próximas semanas, nuestras lecturas del Evangelio proceden de lo que se suele llamar el “capítulo de las parábolas”, una colección de enseñanzas de Jesús en el capítulo 13 de Mateo. 

Estas parábolas son fuente de enseñanzas clave de Jesús, lo que las convierte en parte significativa de la fe cristiana. Con sus representaciones profundamente simbólicas, son a la vez historias sencillas y complejas que abarcan amplios aspectos del reino de los cielos, la compasión de Dios y el viaje final del crecimiento espiritual del cristiano. 

La parábola de hoy, la Parábola del Sembrador, se considera el punto de inflexión1 de todas las parábolas de Jesús porque expone temas fundamentales que impregnan las enseñanzas de Jesús: la expansión del Reino de Dios, la respuesta humana a la revelación divina y el crecimiento espiritual. Es una de las pocas parábolas que Jesús interpreta explícitamente para sus discípulos: ofrece un modelo para entender sus otras parábolas. 

Esta parábola se recoge en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.2 Cada Evangelio ofrece una perspectiva ligeramente diferente de la parábola, pero todos ellos mantienen el significado central: la enseñanza de Jesús sobre las diferentes respuestas al mensaje del Reino de Dios. En la versión de Mateo, la parábola describe diversas respuestas humanas a la Palabra de Dios, representadas por diferentes tipos de tierra. 

Un libro que me influyó profundamente en el seminario fue “Ser como comunión”, escrito por John Zizioulas, un destacado teólogo ortodoxo oriental. Presenta un poderoso modelo teológico en el que la individualidad y la comunión están íntimamente ligadas. La persona no debe existir aislada, sino en relación y amor. Nuestra relación con Dios no consiste en el individualismo, sino en reconocer nuestra conexión y dependencia de Dios y de los demás. 

La conexión que encuentro entre la obra de Zizioulas y la Parábola del Sembrador es que ambas subrayan la importancia de nuestras respuestas a lo divino y cómo conforman nuestras conexiones con Dios y con los demás. 

Muchas interpretaciones de la parábola de hoy podrían parecer que refuerzan la noción de individualismo. ¿Cuántas veces has escuchado esta conocida parábola y te has preguntado inmediatamente: “¿Qué clase de tierra soy yo? ¿He cultivado la Palabra con fruto? ¿Hasta qué punto me he vuelto espinoso o rocoso? ¿Y si sustituimos el pronombre “yo” por “nosotros”? 

A menudo nos cuesta vivir nuestra conexión con los demás y con Dios. Las antiguas nociones de individualismo han creado una división en el tejido de nuestra comunidad e incluso en nuestras iglesias. Estamos tan acostumbrados a la idea de determinar nuestro propio destino que parece que hemos perdido el sentido de la vida vivida en comunión con los demás. En mayo, el Cirujano General de Estados Unidos publicó un aviso en el que llamaba la atención sobre la crisis de salud pública que suponen la soledad, el aislamiento y la falta de conexión en nuestro país. Incluso antes del inicio de la pandemia de COVID-19, aproximadamente la mitad de los adultos estadounidenses declararon experimentar niveles mensurables de soledad. La falta de conexión puede aumentar el riesgo de muerte prematura a niveles comparables a fumar a diario.3 

Así pues, uno de los grandes retos sociales y espirituales de nuestro tiempo es recuperar el sentido de comunidad con y para los demás. 

Es en este contexto en el que la parábola del sembrador adquiere un significado especial, porque habla de la Palabra de Dios como semilla, Jesús, que cae en diversos tipos de terreno -caminos, terreno pedregoso, espinos y tierra buena- dando resultados diferentes según la receptividad del terreno. 

Podríamos interpretar las semillas como individuos. Pero Zizioulas probablemente señalaría que las semillas no existen aisladas, sino en relación con la tierra, el entorno que favorece o dificulta su crecimiento. La semilla que cae en buena tierra y produce grano no lo hace sólo para su propia satisfacción, sino para alimentar a los demás: existe en comunión. 

Con el tiempo, las parábolas pueden y deben adquirir nuevos significados y comprensiones. Su riqueza simbólica y alegórica permite interpretarlas en diversas circunstancias y épocas. 

Por ejemplo, los miércoles por la tarde, estamos discutiendo el libro “Reino, Gracia, Juicio” de Robert Farrar Capon. Hace poco hablamos de la parábola del sembrador y de los distintos lugares donde caen las semillas. 

Consideramos cómo el cambio climático ha afectado tanto a nuestro planeta que puede haber lugares donde las semillas no puedan echar raíces. Una interpretación moderna de la Parábola del Sembrador nos anima a considerar las respuestas al cambio climático y nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre la administración medioambiental. 

Los efectos del cambio climático saltan a la vista. El fin de semana pasado, en Plymouth, Vermont, donde Marty y yo pasamos muchos veranos en retiros de la iglesia, cayeron más de veinte centímetros de lluvia en 24 horas, lo que provocó desprendimientos de rocas y barro, y cerró todas las carreteras de entrada y salida de la zona. Fue la segunda tormenta en once años. Cerca de Washington’s Crossing, al norte de Filadelfia, llamado así por el lugar donde George Washington y sus tropas cruzaron el río Delaware, anoche cayeron 5 pulgadas de lluvia en dos horas. Se ha confirmado la muerte de cinco personas y la desaparición de dos niños como consecuencia de las inundaciones repentinas. 

La crudeza de los fenómenos meteorológicos que hemos visto en Vermont y Nueva Jersey, en todo el país y en todo el mundo, sirve como ilustración real de las lecciones contenidas en la Parábola del Sembrador. 

Al igual que el Sembrador esparce semillas en distintos tipos de tierra, los seres humanos siembran sus acciones en el mundo. Algunas acciones, como las semillas cultivadas en buena tierra, pueden conducir a una relación fructífera y sostenible con la naturaleza. Sin embargo, las acciones que descuidan el cuidado del medio ambiente o la relación con los demás, resultan perjudiciales. La parábola del sembrador nos llama a prestar atención a las lecciones de la parábola y a esforzarnos por sembrar semillas en buena tierra, a actuar con sabiduría y compasión en el cuidado de la tierra y de los demás. 

Es hora de pensar en cómo estamos llamados a ser buena tierra, abierta y receptiva a la palabra de Dios, cultivándola para el florecimiento de la comunidad en general. 

La semana pasada, Joy Bauserman, Bill Scott y yo pasamos tres días en comunión con 1.000 episcopales de todas las diócesis de la Iglesia Episcopal. Para contextualizar, hay 112 diócesis en los EE.UU. y otros países. Sé que me pareció un momento emocionante de renovación y avivamiento. Ciertamente sembró semillas del amor de Dios. Por favor, háblenos de ello. 

Estaba tan entusiasmado que compartí los vídeos del culto diario matutino y vespertino en una página de Facebook cuya misión es crear una red para que las iglesias hagan la obra de Dios, promuevan la oración y difundan la Buena Nueva. La única respuesta: un pastor escribió que este movimiento no es de Jesús, sino de otra cosa. 

Bueno, amigos, lo que vi en acción la semana pasada fue la obra de Jesús y las semillas sembradas. Y, créanme, esas semillas se siembran incluso cuando otros cuestionan o tratan de invalidar nuestra fe. 

Y en lugar de entrar en una guerra de llamas con alguien que no conozco, recuerdo las palabras del Obispo Presidente Curry: “no se trata de amor, no se trata de Jesús”. Y recuerdo que el cristianismo no consiste en ajustarse a las expectativas de lo que otros creen que es, sino en seguir las enseñanzas y el ejemplo de amor, misericordia y justicia de Jesús. Eso es lo que estamos llamados a hacer: seguir a Jesús en el amor. 

Esta parábola nos recuerda que la buena noticia es que el amor y la gracia ilimitados de Dios están a disposición de todos nosotros. A veces, podemos negarnos a escuchar la Palabra; otras veces, podemos rechazar lo que oímos. 

El don es darse cuenta de que nunca estamos solos en el Reino de Dios. Ese don es inconmensurable. Todas las personas, criaturas y plantas que brotan de la tierra serán cosechadas. Esta conexión es un testimonio del inmenso amor de Cristo y del increíble valor que Dios concede a toda la creación. No importa lo pequeños o insignificantes que nos sintamos, las semillas están sembradas en cada uno de nosotros, y todos tenemos un lugar en este mundo. 

¡Amén! 

 

  1. Cf. Robert Farrar Capon, “Kingdom, Grace, Judgment: Paradox, Outrage and Vindication in the Parables of Jesus” (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2002), p. 57, donde esta parábola se describe como un “momento decisivo”.
  2. Mateo, 13:1-23; Marcos 4:1-20; Lucas 8:4-15
  3. “Nuestra epidemia de soledad y aislamiento: The US Surgeon General’s Advisory on the Healing Effects of Social Connection and Community -2023”, https://www.hhs.gov/sites/default/files/surgeon-general-social-connection-advisory.pdf(consultado el 15 de julio de 2023)