Llegar a ser y ser una comunidad centrada en Cristo: Quarto Domingo de Pascua

Llegar a ser y ser una comunidad centrada en Cristo: Quarto Domingo de Pascua

Año A, Quarto Domingo de Pascua
30 de Abril de 2023       

Año A:  Hechos 2:42-47; Salmo 23; 1 Pedro 2:19-25; Juan 10:1-10

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El arco de nuestras lecturas del cuarto domingo de Pascua sigue el modelo de la provisión, el cuidado y la salvación de Dios a través de Jesucristo. Mientras escuchamos la lectura de Juan 10:1-10, un pasaje que se construye hasta la famosa metáfora de Jesús como el Buen Pastor que protege, guía y, en última instancia, sacrifica su vida por sus ovejas.

Los Hechos describen la devoción de la primitiva comunidad cristiana a la enseñanza de los apóstoles, la comunión y la oración. Este pasaje destaca la importancia de vivir en una comunidad centrada en Cristo, donde los creyentes comparten sus recursos y se apoyan mutuamente. El ejemplo de unidad y generosidad de la Iglesia primitiva sirve de modelo a los cristianos de hoy.

La llamada a vivir en una comunidad centrada en Cristo, como se ve en el pasaje de los Hechos, es también un aspecto significativo de la salvación en el siglo XXI. Mientras el mundo se enfrenta a retos complejos como la pobreza, la desigualdad y el cambio climático, los cristianos están llamados a encarnar el amor de Cristo en sus acciones y decisiones. El ejemplo de unidad y generosidad de la Iglesia primitiva sirve de modelo a los cristianos modernos, subrayando la importancia de la comunidad para experimentar y compartir el mensaje de salvación.

¿Qué significa todo esto para nosotros en el mundo actual?

A lo largo de los años he tenido el privilegio de vivir y servir en muchas comunidades centradas en Cristo. Primero con religiosas y luego con varias comunidades de la Iglesia Episcopal.

Una comunidad centrada en Cristo en el siglo XXI es un grupo de personas que se esfuerzan por vivir sus vidas de acuerdo con las enseñanzas y los principios de Jesucristo. Estas comunidades se basan en el amor, la compasión y la unidad, y a menudo fomentan relaciones significativas entre sus miembros. Se centran en el crecimiento y la transformación personales, al tiempo que trabajan colectivamente para influir positivamente en el mundo que les rodea.

Las comunidades centradas en Cristo dan prioridad al crecimiento espiritual ofreciendo oportunidades para la oración, el estudio de la Biblia, el culto y la reflexión. Animan a sus miembros a profundizar en su fe y acercarse más a Dios.

Las comunidades cristocéntricas fomentan las relaciones interpersonales creando oportunidades para que sus miembros se relacionen, compartan y se apoyen mutuamente. Organizan reuniones, como pequeños grupos, comidas y actividades de divulgación, para contribuir a crear un sentimiento de pertenencia y unidad.

Las comunidades centradas en Cristo se comprometen a marcar la diferencia en sus comunidades locales y más allá. Realizan actos de servicio, como dar de comer a los sin techo, visitar a los enfermos y apoyar a los necesitados, al tiempo que participan en misiones mundiales e iniciativas de justicia social.

Las comunidades centradas en Cristo abrazan la diversidad y se esfuerzan por acoger a todos. Reconocen el valor de las diferentes perspectivas y tratan de crear un entorno en el que todos se sientan valorados y respetados.

Oración y culto: La oración y el culto son fundamentales en la vida de una comunidad centrada en Cristo. Los miembros se reúnen regularmente para orar unos por otros, por sus comunidades y por el mundo, y para adorar a Dios a través del canto, las escrituras y otras expresiones de fe.

Al adoptar estos principios y prácticas, las comunidades centradas en Cristo del siglo XXI siguen influyendo en la vida de sus miembros y en el mundo que les rodea, manteniéndose fieles al mensaje y la misión de Jesucristo.

Algunos de nosotros acabamos de terminar de leer el libro de Rob Bell “Love Wins: Un libro sobre el cielo, el infierno y el destino de todas las personas que han existido”. Desde su publicación hace más de diez años, ha seguido generando mucho debate y discusión en la comunidad cristiana. El libro de Bell explora la naturaleza de la salvación, el cielo y el infierno, y ofrece una perspectiva integradora sobre estos temas.

Es casi una manera perfecta de considerar las escrituras de hoy. “El amor vence” pone de relieve la naturaleza expansiva y transformadora del amor de Dios. En el Salmo 23, la imagen de Dios como Buen Pastor que cuida, guía y protege a su pueblo es una poderosa representación del amor divino. El libro de Bell se hace eco de este tema, subrayando que el amor de Dios es redentor, cambia la vida y es capaz de llegar a todas las personas. En los Hechos, la comunidad cristiana primitiva se dedica a la enseñanza, la comunión y la oración de los apóstoles, lo que pone de relieve la importancia de la vida en común y de compartir los recursos. El libro de Bell también valora la comunidad, proponiendo que la experiencia del amor de Dios y el camino hacia la salvación se enriquecen cuando se comparten con otros.

También es un reto porque la visión tradicional de la salvación para los cristianos es a través de Jesucristo. Algunos sugieren que la metáfora del Buen Pastor significa que la salvación sólo está disponible para quienes reconocen y siguen a Jesús.

El libro de Bell, en cambio, aboga por una visión más integradora de la salvación. Sostiene que el amor de Dios es tan vasto y abarcador que, en última instancia, se extiende a todas las personas, independientemente de sus creencias o afiliaciones religiosas. Esta perspectiva desafía la interpretación tradicional de pasajes como Juan 10:1-10, sugiriendo que el papel de Jesús como Buen Pastor podría entenderse de forma más amplia e inclusiva.

La salvación es un tema complejo y debatido dentro del cristianismo. Las lecturas del cuarto domingo de Pascua del Año A hacen hincapié en la salvación a través de Jesucristo, Algunos creen que sólo se salvarán quienes crean en Cristo y sigan sus enseñanzas.

Sin embargo, algunos cristianos sostienen una visión más inclusiva de la salvación, como la de Rob Bell, afirmando que la gracia y la misericordia de Dios se extienden más allá de los límites de la fe cristiana. Sostienen que el amor de Dios es tan vasto y profundo que abarca a todas las personas, independientemente de sus creencias o afiliaciones religiosas.

Si tuviera que quedarme con un mensaje sobre Cristo, sería el mensaje del amor sacrificial de Cristo y la llamada a encarnar este amor en nuestras vidas y comunidades. A medida que nos enfrentamos a los retos del siglo XXI, es cada vez más evidente que necesitamos, ahora más que nunca, comunidades centradas en Cristo y cimentadas en el amor. En un mundo marcado por la división, la desigualdad y la injusticia, tales comunidades pueden servir como faros de esperanza y fuentes de sanación, recordándonos nuestra humanidad compartida e inspirándonos para trabajar juntos hacia un futuro más brillante. Al encarnar el amor desinteresado y la compasión de Cristo, estas comunidades tienen el poder de transformar vidas y comunidades, creando un mundo más justo y pacífico para todos. Acogamos, pues, la llamada a amarnos unos a otros como Cristo nos ha amado, y trabajemos juntos para construir comunidades que reflejen su visión de un mundo en el que reine el amor.