Acompañaremos a Jesús el resto del Camino: Domingo de Ramos

Acompañaremos a Jesús el resto del Camino: Domingo de Ramos

10 de abril de 2022
Año C, Domingo de Ramos
Parroquia histórica de Beckford, Mt. Jackson y Woodstock

Año C: Isaías 50:4-9a; Salmo 126; Filipenses 3:4b-14; Lucas 22:14-23:56

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Los ritos de la Semana Santa son antiguos y, por naturaleza, diferentes de nuestras celebraciones litúrgicas habituales del resto del año eclesiástico.

La doble naturaleza de la liturgia de este domingo se hace evidente en el título de nuestros encartes: “Domingo de la Pasión: Domingo de Ramos”. Comienza con la pompa y la gloria de la entrada triunfal en Jerusalén con gritos de “Hosanna” a nuestro rey. Sin embargo, esos hosannas pronto cambian a “Crucifícalo, crucifícalo” en la Pasión.

Tengo un amigo que me dice que no hace falta decir nada más en un sermón porque la Liturgia de las Palmas y la Pasión lo dicen todo. Sin embargo, creo que sí es necesario decir una palabra.

Creo que una de las cosas que debemos recordar es que cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin salida, y reconozco que me he sentido así esta misma semana cuando parece que Dios no responde, debemos recordar que no estamos solos. Jesús experimentó el abandono total en una situación que nunca había vivido para ser uno con nosotros en todo. Lo hizo por mí, por ti, para decirnos: “No tengáis miedo; no estáis solos.

En Cuaresma, hemos recorrido con Jesús su camino hacia Jerusalén, hasta su muerte y crucifixión. ¿Por qué ocurrió todo esto?

De hecho, hay momentos en los que la enormidad de la historia de la Pasión, en toda su cruda simplicidad, nos pone de rodillas y nos rompe el corazón de nuevo. Oírla entera, desde los momentos sombríos de la Última Cena hasta el entierro, se hace casi insoportable. La Pasión cuenta esa historia sin adjetivos y con un número escaso de adverbios; no los necesita. El desarrollo de la historia del amor trágico de Dios revelado en el Hijo no necesita adornos. Es una historia de inclusión y abandono, de confianza y rechazo. Escucha el poder de los verbos:

Llevaron a Jesús ante Pilato…

Pilato envió a Jesús a Herodes…

Lo interrogó…

Se burlaron de él…

Le vendaron los ojos…

Cuestionado. Burlado. Con los ojos vendados. Jesús, nuestro Dios, se deja trasladar de un lugar a otro, ser cuestionado por las autoridades religiosas y políticas, ser burlado por una turba inconstante. Sin embargo, hace sólo unos días, como escuchamos en la Liturgia de las Palmas, lo alababan al entrar en Jerusalén. Con qué rapidez la alabanza se convierte en abuso y la celebración en tragedia cuando los seres humanos consideran válido sólo el triunfo de los militares y la victoria de los ejércitos, en lugar de la verdad de Dios.

Piensa en esas tragedias y en cómo se ha trastocado nuestro mundo en los últimos dos años. Hoy es la primera vez desde 2019 que nos reunimos en persona para la Semana Santa. Ante la tragedia de una pandemia, ante muchas falsas seguridades que ahora se han desmoronado, ante la guerra en nuestro mundo, el mensaje que podemos tomar de este Evangelio, de todos los Evangelios, es el coraje.

¿Cómo podemos tener valor? ¿Qué podemos hacer en comparación con Dios, que nos sirvió hasta el punto de ser traicionado y abandonado?

Podemos negarnos a traicionar a aquel para quien fuimos creados y no abandonar lo que importa en nuestras vidas.

Fuimos puestos en este mundo para amarlo a él y a nuestro prójimo; todo lo demás pasa; sólo esto permanece. Escucharemos más sobre esto en nuestro servicio de Jueves Santo.

Lo que ocurre en el mundo que nos rodea nos recuerda que debemos tomarnos en serio las cosas serias y no dejarnos llevar por las que importan menos; redescubrir que la vida está hecha para servir a los demás. La vida se mide por el amor.

A medida que avanzamos en la Semana Santa, preguntémonos: “¿Acompañaremos a Jesús el resto del camino? Cuando nuestras vidas, o las de los que nos rodean, nos lleven a un lugar de prueba y sufrimiento, ¿caminaremos con Jesús allí? Cuando las realidades amargas y feas de un mundo necesitado irrumpan en nuestras vidas, ¿saldremos de nuestras preocupaciones habituales para acompañar a Jesús allí? Cuando nos enfrentemos a decisiones difíciles, ¿elegiremos ser una parábola viviente, una parábola de humildad, como lo fue Jesús? ¿Abrazaremos la aparente insensatez para revelar la sabiduría de Dios, es decir, la aparente debilidad de Dios que es, por supuesto, la verdadera fuerza?

Por eso, en estos días santos, en nuestras iglesias y hogares, pongámonos ante Jesucristo, ante Dios que da su vida, y pidamos la gracia de servir. Que nos acerquemos a los que sufren y a los más necesitados. Que no nos preocupemos por lo que nos falta, sino por el bien que podemos hacer a los demás.

La Pasión de Jesús no termina en la cruz, sino en una oración que puede completar nuestra vida espiritual si nos acercamos lo suficiente a él para escucharla: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. La respuesta de Jesús: “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Amén.